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El placer de lo auténtico: Turrillas

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A veces no hace falta colocarnos unas alas y empezar a volar y ver el paisaje como un águila perdicera, nuestra rapaz más almeriense. ¿Hacemos la prueba guiándonos con nuestra agenda de ocio de Almería? Pues basta dirigirnos a Turrillas, a 47 kilómetros de Almería: un pueblecito que aparece como colgado de la ladera de Sierra Alhamilla, asomándose a un balcón natural.

Turrillas, Almería

Turrillas

Oteando el horizonte
Con los molinos de viento que muestra la cresta de su sierra como una gigantesca peineta, ofrece en su pequeño municipio una vista de esas que es imposible contener un oh! de admiración. En su mirador, justo encima de su ermita de San Antonio, nos ofrece la grandiosidad del paisaje desértico de Tabernas, con el telón de los Filabres al fondo, y con unas lomas que, al atardecer, muestran un espectáculo de claroscuros difícil de olvidar. El pueblo respeta su origen morisco, de calles en cuesta y encaladas y que nos llevan en una suave pendiente a la placita de la Iglesia.

A tocar el cielo
Desde Turrillas podemos subir hasta el pico del Colativí, donde veremos cómo al matorral cambia a un bosque de encinas y pinos que nos acompañara hasta la cima, coronada por una imponente antena radar de uso militar. A los pies de la carretera que nos lleva al pico, parten dos senderos: uno que nos lleva a cruzar toda la cresta de Sierra Alhamilla en dirección oeste y otro mas pequeño, que fue el trazado un antiguo ferrocarril minero que funcionó hace un siglo.

Parada y fonda
Para comer. El mítico Rubio, hoy con nueva dirección y llamado El Mirador de Turrillas, junto a la iglesia, pero con los platos de cuchara de toda la vida y entrantes como sus afamados caracoles.

restaurante El Mirador de Turrillas,

El Mirador de Turrillas,

Localización: Turrillas

El Mirador de Turrillas
Plaza Iglesia
950 364 111

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Sobre el autor

Es el oteador de este galeón pirata. Catalejo en mano, nada más llegar a puerto, se adentra en terreno desconocido para descubrirnos enclaves espectaculares cuya existencia es ignorada, incluso, por los propios lugareños. Tiene el don de retratar en forma de dibujos aquello que ven sus ojos y que otros ni imaginan. Ahora bien, le pierden las fiestas populares y si coinciden con alguna de sus expediciones, su regreso puede durar días.