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Gazpacho fiñanero de melocotón

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Tras el post sobre gazpachos almerienses del otro día, me entraron ganas de buscar formas antiguas de preparar esta receta tan popular. La receta que traigo hoy está prácticamente desaparecida. Todo el protagonismo se lo lleva una de las frutas de verano más ricas que hay: el melocotón. Se trata de un plato refrescante que se preparaba en Fiñana las tardes de verano tras una calurosa jornada de labores agrícolas o trilla. Recuerda mucho a los gazpachos populares que se hacían antes de la existencia de las batidoras eléctricas y otros utensilios de cocina.

Encontré la receta de base en un recetario llamado “El Sabor de Fiñana” realizado por las alumnas del Taller de Empleo Al-Fiñame aunque le he hecho alguna ligera variación para darle aún más protagonismo al melocotón.

Ingredientes

  • 2 melocotones
  • ½ kilo de tomates pera
  • 1 cebolla
  • 1 pepino
  • 1 manzana
  • Aceite de oliva virgen extra al gusto (he usado uno de la zona elaborado con variedad Picual y Minuera)
  • Un chorro de vinagre de Jerez añejo
  • Sal
  • Unas almendras peladas y crudas
  • Unas gotas de tabasco (opcional)

Pelar las frutas y hortalizas cuya piel no guste. Picar en pequeños dados y juntar en una ensaladera.. Aliñar con el aceite, el vinagre y la sal. Añadir agua fría hasta cubrir. Si fuera necesario rectificar de sal. Servir en plato hondo o tazón y decorar con unas almendras peladas o uvas partidas por la mitad.

Esta receta también admite uvas moscatel, peras o pimiento verde. Si lo trituras quedará una crema ligera de tono rosado. Si la quieres más espesa puedes añadirle pan del día anterior. En caso de triturarlo seguramente tampoco le vaya mal un diente de ajo.

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Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.