YELMO CINE TU BUTACA TE ESPERA

La tostada motera de El Pintao Viejo

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Las mañanas de los fines de semana la puerta del restaurante El Pintao, en Abla, se llena de decenas de moteros. De primeras no resulta extraño. La carretera que cruza Sierra Nevada de norte a sur uniendo Abla y Ohanes es una de las más bonitas de la provincia. Un asfalto en buenas condiciones y un trazado plagado de divertidas curvas lo han convertido en una ruta obligada para cientos de aficionados al motor.

Pero había gato encerrado. Otros bares situados en la carretera principal de Abla no tienen la misma afluencia de vehículos de dos ruedas. Preguntando a gente conocida del pueblo me dijeron que en El Pintao servían una “tostada motera” pero nadie sabía explicar en qué consistía. Así que con las mismas, una mañana de domingo me planté en la barra del bar y pedí un café con leche y la misteriosa tostada.

Varios minutos después llegó la tostada. Descomunal, hipercalórica, contundente y sin tonterías. Apetecible desde luego. Aparté el café a medias y pedí un tubo de cerveza. El trabajo que tenía ante mí merecía una rubia de mediodía.

Sobre una rebanada gruesa de pan tostado de pueblo, una cama de tomate rallado, jamón serrano, lomo a la plancha, dos huevos fritos y tres pimientos verdes fritos. Con paciencia se acaba, pero no quedes para almorzar ese día.

Por 3,50 euros, la tostada motera es una genial idea de los gestores de El Pintao para captar la atención cientos de aficionados a las dos ruedas que pasan por la zona y que, además, son los que se han encargado de publicitar la ocurrencia. Yo repetiré ¿y tú, te animas?

El Pintao Viejo
Avenida de los Santos Mártires
04510 Abla (Almería)
Teléfono: 950 35 12 06

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Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.