Un viajero decía de de los pueblos de la Alpujarra almeriense que “parecían dispuestos para transmitir calma y serenidad”.
Será, quizás, por ese orden en sus casitas como aprovechando pendientes y laderas en un difícil ejercicio de equilibrio pero el caso es que es un buen reclamo para el pirata que busca abrigo y refugio en mares tranquilos como lo que ofrece Almócita todo el año. Pero es en otoño, y ahí es adonde voy, donde esta pequeña población, que muestra hasta una recoleta judería, cuando es generosa en colores y sabores.
Al llegar por la carretera de la Alpujarra desde Almería veremos el restaurante El Rincón, recomendable punto de parada para degustar los platos de cuchara tan característicos de la zona (esos potajes..!). Pero la propuesta pirata es cruzar el pueblo, donde veremos su lavadero y sus fuentes generosas de agua, y caminar cuesta abajo, donde nos encontraremos todo lo que la huerta nos pueda regalar en otoño: nueces, moras, calabazas, almendras y que, en una suave bajada, nos lleva por sus calles a un sendero bien señalizado hacia las espectaculares gargantas que el Andarax labra en estas tierras.
Almócita sigue siendo un pueblo que vive de su agricultura y en sus huertos veremos todo un compendio de frutas y hortalizas, ideal para que los más pequeños vayan aprendiendo sus formas, colores y nombres. A veces, recogiéndolas del suelo simplemente o bien acercándonos, pidiendo permiso al dueño si es en las eras (no sea que nos descerrajen un trabucazo..), podremos comprobar esa segunda primavera tan dulce que es el otoño de esta zona de Almería.
Localización: Almocita
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