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Armao, el pescado que vino del espacio exterior

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El armado es uno de los peces más extraños que podemos encontrar en las pescaderías del Mediterráneo español. Aunque su exoesqueleto recuerda más a algunos crustáceos, en realidad se trata de un pescado blanco. Su aspecto entre prehistórico y alienígena es fascinante.

También conocido como armao, malarmao o armadillo, su nombre le viene por el aspecto de armadura de su coraza osea exterior. El nombre científico es Peristedion cataphractum. Es de cuerpo alargado que puede alcanzar los 40 centímetros de longitud. Su cabeza es grande en relación al cuerpo y está cubierta de placas óseas con crestas y espinas. Su rostro alargado se bifurca en dos prolongaciones en paralelo. Por la parte de arriba es de color rojo intenso, que torna a rosado hacia el abdomen.

Su coraza es aparentemente muy dura, pero se hace más fácil de retirar tras el cocinado. Si tienes dudas, pide al pescadero que la casque por la parte de arriba. Facilitará la tarea de comerlo pero se perderán algunos jugos internos al prepararlas. Como más me gustan es a la plancha, pero también pueden dar mucho juego al horno o en caldos. Su carne es blanca, prieta, con un sabor que recuerda al de las cigalas.

Dicen los mayores que antiguamente los armaos se servían de tapa en los mejores bares de Almería, pero ya no están en las vitrinas de los establecimientos hosteleros. Ha habido años en los que ha sido difícil encontrarlos en los mercados, pero últimamente se pueden comprar de vez en cuando. Yo los he visto tanto en el mercado central como en el de Los Ángeles con relativa frecuencia.

Según estadísticas oficiales de la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, en el Mediterráneo andaluz se pescaron poco más de 330 kilos en el año 2013. Su habitat se encuentra principalmente en el Mar Mediterráneo, cerca de la costa y en profundidades que oscilan entre los 60 y 483 metros.

¿Los has probado? ¿Te parecen tan exquisitos como a mi?

Armaos

Armaos en pescadería

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Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.