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El Taranto, más de medio siglo difundiendo el flamenco

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La Peña Flamenca El Taranto lleva más de cincuenta años dando el cante en tierras almerienses. Desde que se fundara allá por 1963 (ha llovido mucho desde entonces, incluso en suelo seco como es el de Almería), esta peña flamenca del centro de la capital almeriense ha influido decisivamente en el discurrir del arte flamenco de toda la provincia. Fue el único punto importante de referencia de este arte en el panorama cultural almeriense durante mucho tiempo y aún hoy, sin duda, sigue siendo su más señera e internacional representación, y la voz más veterana de Almería a la hora de interpretar el flamenco y sus palos.

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La sede de El Taranto está en un lugar sin parangón: los Aljibes Árabes, con más de mil años a sus espaldas. Así, los recitales, festivales, exposiciones, coloquios y actuaciones en general que acoge en su tablao se desarrollan en un espacio único, con magia milenaria y aroma árabe Por si esto fuera poco, entre sus socios de honor se cuentan artistas del calibre de Tomatito, José Angel Valente, Fosforito, o Manuel Herrera Rodas.

El Taranto, por historia y por vocación multidisciplinar, es más que una peña flamenca. Con ella, la cultura almeriense cuenta con un patrimonio importante que hay que cuidar como un legado para las generaciones futuras. Un legado que hay que seguir adaptando a los tiempos que corren, pues bien saben que no hay que dejar de incorporar jóvenes a la masa social ya existente para que dirijan una entidad orgullosa de su pasado, pero que aporta frescura e ideas innovadoras a la cultura de Almería.

¿Una actividad que no debéis perder de vista? La ‘Semana Flamenca El Taranto’, que va ya por su 44º edición, y que suele reunir a lo más granado del flamenco universal. En su última edición, pasaron por ella Tomatito y José Mercé, entre otros muchos.

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Sobre el autor

No hay cantina de ningún puerto donde este pirata no haya fondeado. Gran experto en la navegación nocturna, tiene una visión prodigiosa para avistar garitos en los que poder echar unos buenos tragos de ron. Su instinto innato para la fiesta nos lleva a los lugares más insólitos. Disfruta tanto de la noche como del día y cuando los primeros rayos de sol entran por los camarotes, este pirata se pone sus mejores galas para pasear por museos, librerías, exposiciones y salas de arte.