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La Almedina, el barrio más antiguo de Almería

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A los pies de la Alcazaba florecían, allá por el año 955 d.C. las primeras construcciones de Almería, un conjunto de casas humildes y bellas conocido hoy día como La Almedina (calles Almedina, Almanzor, San José…). Desde luego que se ha perdido mucho en estos siglos, y que de lo que fue a lo que es va un trecho grande (otra vez, en buena medida, por culpa del fatídico terremoto de 1522); tan verdad como que, aun así, es uno de los grandes atractivos urbanos de la capital almeriense.

La Alcazaba al fondo desde la Almedina.

La Alcazaba al fondo desde la Almedina.

El barrio más antiguo de Almería se originó, como suele ocurrir con estas cosas, piedra a piedra. El califa Abderramán III concedió al gobernador de Bayyana el estatus de “medina” para lo que había sido hasta entonces el arrabal portuario de Pechina. Así se levantaron murallas de defensa por doquier, se construyó la mezquita mayor y se expandió la ciudad de Al-Mariyya desde la Almedina.

Después del terremoto de 1522, la Almedina sufrió un abandono de siglos hasta que, en el siglo XIX, se tiraron buena parte de las viejas murallas y la vida volvió a fluir como el agua de un río. Por eso este barrio tiene ese aspecto tan decimonónico.

Cuestas y teterías.

Cuestas y teterías.

Si os animáis a visitar la Almedina, además de un barrio con solera y de la cercanía de la imponente Alcazaba, visible desde ángulos dispares por multitud de callejones, debéis estar atentos a las fachadas de las casas, que además de belleza, atesoran muchas de ellas cruces de piedra de gran tamaño, y que en otros tiempos servían para marcar las estaciones del vía crucis. Asimismo, ojo al parche con la ermita de la Almedina -y a la imagen que en ella se custodia- y, cómo no, a las teterías de la zona o a las que se montan en La Guajira. ¡Y a disfrutar de la historia de Almería!

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Sobre el autor

No hay cantina de ningún puerto donde este pirata no haya fondeado. Gran experto en la navegación nocturna, tiene una visión prodigiosa para avistar garitos en los que poder echar unos buenos tragos de ron. Su instinto innato para la fiesta nos lleva a los lugares más insólitos. Disfruta tanto de la noche como del día y cuando los primeros rayos de sol entran por los camarotes, este pirata se pone sus mejores galas para pasear por museos, librerías, exposiciones y salas de arte.