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Conejo al ajillo al estilo de Almería

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Al conejo al ajillo le pasa como a tantas otras recetas caseras de toda la vida, que tienen decenas de interpretaciones. Aquí os dejo hoy una receta fácil y solvente para un conejo de chuparse los dedos. Si no encuentras conejo, este ajillo está también delicioso con choto o manitas de cerdo, y hay quien se atreve a prepararlo con caracoles, calamares y hasta jibia.

Estos son los ingredientes:

  • 1 conejo de un kilo aproximadamente
  • 3 o 4 cucharadas de carne de pimiento choricero (puedes sustituir por dos pimientos secos previamente hidratados y tostados)
  • 6 dientes de ajo (o más, según gusto)
  • 2 tomates secos
  • 4 rebanadas de pan
  • 150 – 175 gr. de almendras peladas y crudas
  • 250 – 300 cl. de vino blanco
  • Aceite de oliva virgen extra
  • pimienta y sal (al gusto)
  • Agua

Calentar a fuego lento un poco de aceite y dorar tres de los ajos, el pan y las almendras hasta que estén ligeramente tostados. Sacar los ajos en cuanto el aceite empiece a crepitar con intensidad (no permita que se quemen). Una vez tostados estos ingredientes escurrir sobre un plato con papel de cocina. Cuando hayan soltado la mayor parte del aceite pasar a un vaso de batidora y empapar con un poco de vino blanco. Triturar junto con los ajos crudos y las cucharadas de carne de pimiento choricero y reservar. También se puede hacer este majado en el mortero.

Mientras freír el conejo salpimentado en tandas (si hiciera falta) y por ambos lados. Cuando la carne esté dorada juntarla toda en la cacerola y añadir un vaso de vino que prácticamente debe cubrir toda la carne. Dejar cocer a fuego medio hasta que el alcohol se evapore.

Incorporar en ese momento el majado, los tomates secos previamente hidratados en agua caliente y el agua necesaria para terminar la cocción. Rectificar de sal y dejar cocer unos minutos más.

 

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Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.

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