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Chiringuito del Palmer, un rincón que esquiva el sol del verano

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Aunque El Chiringuito del Palmer abre casi todo el año, cuando brilla con luz propia es durante los meses de verano. Una apretada agenda cultural, un microclima que renuncia al calor, una ubicación privilegiada escondida junto al mar y una cocina más que correcta son sus bazas para llenar los meses de estío.

Tras una ausencia de cuatro años, la gestión del negocio ha vuelto a manos de Manolo, quien abrió el chiringuito en agosto del año 2000. Regresa lleno de energías e ideas para dar vida al local playero.

Su cocina se basa en pescados frescos. Boquerones, gallopedro, pargos, calamares, ortiguillas de mar, gamba roja… Hay opciones para todos los gustos. Los arroces también son un reclamo en el Chiringuito de El Palmer. Los hacen a la marinera, de bogavante, de diferentes pescados o negro. Tengo pendiente probarlos.

Pero si hay un plato del que presumen en este privilegiado rincón, es del pulpo a la bahía, una receta de la casa. El resto de su oferta gastronómica se completa con ensaladas, carpaccios y salmorejos. Hay variedad de tapas, pero lo mejor lo tienes en los platos de carta y en las raciones. Algunos días elaboran menús especiales en el marco de alguna fiesta temática.

Su oferta cultural incluye conciertos en directo, sesiones de pinchadiscos, desfiles de moda, etc. En el Chiringuito de El Palmer se puede comer, cenar o pasar la tarde de copas a la sombra de la montaña y frente al mar.

Sus puntos débiles: No queda más remedio que ir en coche y unos precios que para muchos son excesivamente elevados.

Chiringuito Del Palmer
Playa de El Palmer
Cierra los lunes de invierno
 
Fotos: Chiringuito El Palmer
 
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Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.