YELMO CINE TU BUTACA TE ESPERA

Las patatas de pueblo del Bar Lubrín

1

No es un bar que llame la atención. Posiblemente si no lo conoces, no entrarías. La cervecería Lubrín es un establecimiento de esos de toda la vida, con barra metálica. Estéticamente se ha quedado al margen del minimalismo, del glamour, de lo hipster… pero es amplio, limpio y está muy bien situado en el barrio de Oliveros.

Conocí el Lubrín hace ahora unos 14 años, cuando hice prácticas profesionales en la cercana Radio Nacional de España. Siempre que paso por el barrio trato de hacer una parada para tomar la que considero su tapa estrella: Las patatas de pueblo. Sencillez extrema para una tapa entrañable. Rodajas de patata ligeramente fritas en aceite de girasol cubiertas con una alioli casero con pimienta negra. Sobriedad y sabor, especialmente si las pillas recién elaboradas.

Pero en el Lubrín también tienen otras tapas que merece la pena conocer. Para empezar siguen elaborando recetas de las que ya no se ven en los bares. Tapas de casquería ejecutadas con corrección como riñones al jerez, hígado con cebolla o fritada de sangre, además de una celebrada oreja de cerdo al pimentón. Tampoco hay que decirle que no a las tortillas, especialmente a la de Lubrín.

Otras tapas a tener en cuenta en este sencillo bar son las setas con tomate, el queso a la plancha, los callos con garbanzos y los huevos rotos. Las pizarras distribuidas por el local suman incontables tapas, pero creemos que la esencia del Lubrín está en las que hemos comentado. Empieza por las patatas de pueblo.

Cafetería Cervecería Lubrín
Calle Rafael Alberti, 9
04004 Almería
950263038
Cierra domingos

[mappress mapid=”180″]
Comparte

Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.