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Viejo galeón español oculta tesoros incalculables para los ‘weekeros’

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La cafetería-pub Port of Spain es uno de esos pequeños descubrimientos que tuve la suerte de realizar hace no mucho tiempo, cuando aún era un mero grumete, y no un weeky pirata temido y consumado; un local con un encanto y una solera difíciles de igualar. Para empezar, lo primero en lo que este establecimiento se distingue de la competencia, es en  su cuidado interior. Un estilo bohemio y urbano donde se emula el interior de un viejo galeón español, con originales veladores y mesas, y con un espacio diseñado para hacer las veces de escenario, unas tablas sobre las que han actuado y actúan artistas y músicos de lo más variopinto. El Titi, Short Fuse o Swing Solution son algunos de los que han pasado por dicho escenario durante 2014.

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Otra virtud de este local es su situación sin parangón. Ubicado en el número 20 frente al parque Nicolás Salmerón, junto a las escalinatas por las que ascendió Isabel II cuando visitó nuestra tierra, Port of Spain ha permanecido muchos años cerrado al público pero, desde que volviera a abrir sus puertas (hace poco menos de dos años) lo ha hecho con esa fuerza y atracción de antaño; como cuando el mítico Kayros disfrutaba tocando en piano en su salón, o cuando Muñoz Molina hablaba de las bondades de Port of Spain en su ABC.

En este lugar hay dos formas de entender la vida; la calma de la tarde o la pasión por la noche. En la primera opción, el cliente disfruta de la tranquilidad de este lugar apartado del mundanal ruido (pero cercano a las Cuatro Calles) mientras toma un café o cualquier otra cosa de forma distendida, charlando con su pareja o amigos, y disfrutando de un hilo musical relajado, con alguna sesión de jazz. Por la noche, la cosa cambia. Más ambiente, más ruido, más actuaciones, más diversión. Tarde tranquila o noche canalla, tú eliges en Port of Spain.

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Sobre el autor

No hay cantina de ningún puerto donde este pirata no haya fondeado. Gran experto en la navegación nocturna, tiene una visión prodigiosa para avistar garitos en los que poder echar unos buenos tragos de ron. Su instinto innato para la fiesta nos lleva a los lugares más insólitos. Disfruta tanto de la noche como del día y cuando los primeros rayos de sol entran por los camarotes, este pirata se pone sus mejores galas para pasear por museos, librerías, exposiciones y salas de arte.