Terque, caballitos voladores y otros tesoros

A los piratas que se acerquen a la villa alpujarreña de Terque, les proponemos una serie de grandes pruebas para que demuestren su gran valía. ¿Preparados pues? Aquí van los retos que lanzamos desde la agenda de ocio más pirata de Almería:

Terque

Viaje al pasado
Esta coqueta villa tiene a bien ser la memoria histórica de toda la comarca. El empeño de centros como su museo etnográfico le hace ser aún más especial y gracias a él, podemos buscar nuestro primer tesoro: ver como era la vida hace dos siglos en sus comercios, en sus escuelas y en sus casas con mobiliario original felizmente recuperado. En la entrada del pueblo, podemos apreciar la labor de recuperación de su parral que es un complemento al Museo de la Uva de Barco, donde recoge los útiles que dieron fama a los barrileros de Terque, y que recupera medio centenar variedades diferentes de uva de barco.

Museo de la Uva de Barco Terque

Buscando el caballito volador
Otra de las pruebas que debe superar el intrépido pirata es buscar el escondite de unos seres mitológicos que llaman caballitos pero que en realidad son leones con pico de águila. Para ello miraremos las bonitas casas burguesas de rejados artísticos del s.XIX, que la riqueza de la uva y la minería de la sierra de Gádor trajo a esta localidad como a otras vecinas. Cuando lo logremos, deberemos señalarlos y saludarlos, pues el viajero antipático les hace revivir y ser molestos!

Terque

Oteando el horizonte
Terque estaba dentro de una administración comarcal musulmana que se llamaba la tahá de Marchena, cuyo cerro parece proteger el bonito pueblo y donde desde sus alturas podremos encontrar restos de su pasado como aljibes y murallas. El otro cerro que la vigila, el de la Cruz, lo corona la ermita de su nombre y en su ladera todavía se conservan viviendas trogloditas.

Terque

Localización: Terque

Parada y fonda
Los piratas que hayan superado las pruebas estarán exhaustos y nada mejor que reponer fuerzas con unas tapas como los pinchos de Casa Gutiérrez y, si lo proponemos, gustar del encanto rural de La Casa del Músico.