Si alguien me pregunta dónde se pueden comer unos buenos huevos fritos (rotos) con patatas en Almería, mi respuesta es automática: En la Bodega Aranda. Sin duda es una de mis recetas favoritas, y aunque aparentemente sencilla no todo el mundo la borda. Pídelos como más te gusten: con ajos, pimientos, chorizo, morcilla… En esta taberna las claves pasan por usar patatas de calidad, buen aceite de oliva y que todo se fríe en sartén.
Cuando es temporada también me gusta dejarme caer por su barra para comer algo tan almeriense como unas cuantas habas crudas con tocino o con bacalao. En verano me gusta su salmorejo (al que a veces le sobra algún ingrediente “ornamental”) y en invierno su menestra.
Aunque si destacan en algo es que en Bodega Aranda huyen de los congelados y de los platos elaborados que por desgracia abundan en la hostelería local. Por esa razón también agrada el resto de su cocina, casera de la vieja escuela. Sus tapas estrella son las migas, la sangre encebollada o las habas fritas con cebolleta. Últimamente tienen una cecina que convence hasta a los más reacios.
En su carta de tapas, que se renueva poco a poco, siempre puedes encontrar queso manchego, morcilla, tocino ibérico, pescados en escabeche, lomo al PX, salteado de verduras, asadura o melva con ajoblanco. En sus raciones tienen salida los pescados del día, las chuletas de choto y, en temporada, el tomate raf con anchoas en salmuera
En el apartado vinos la Bodega Aranda es toda personalidad. Es de los pocos sitios que quedan en Almería donde puedes tomarte directamente sacados del barril vinos generosos, como manzanilla, oloroso, cream o Pedro Ximenez. Por supuesto, su vermut de barril también es más que recomendable. Las cañas de cerveza las tiran con corrección.
Bodega Aranda abre de lunes a sábados desde la hora del desayuno hasta las 16.30 horas (aproximadamente). Desde hace poco, los viernes también abren por la noche. Igual que algunas noches de Semana Santa, Navidad y otros días estratégicos para un local tan céntrico.
Este bar clásico de la capital almeriense abrió sus puertas en 1985 como bodega de vinos finos y olorosos. Por aquel entonces no había mucha competencia en esa especialidad en Almería. Hoy día tampoco. Con casi 30 años de vida, la bodega sigue en manos de la misma familia. Al frente del negocio siempre ha habido mujeres. Hoy se defienden de la crisis Isabel y María del Mar Aranda. Antes estuvo su madre.
En la misma ubicación, antiguamente estaba la fonda La Giralda, que pertenecía a la abuela de las actuales propietarias de la Bodega Aranda. Dicha fonda quedó inmortalizada en el libro ‘Al Sur de Granada’ de Gerald Brenan, ya que a su paso por Almería allí se alojó en alguna ocasión el conocido escritor e hispanista británico a principios del siglo XX. Una placa en el local recuerda esta efeméride.
Quizás la Bodega Aranda no vaya con las tendencias gastronómicas actuales, pero forma parte de una tradición de tapeo y chateo que está desapareciendo en Almería. Nada más que por eso habría que desearle al menos otros 30 años de vida.
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