El caviar salino de Cabo de Gata

La sal, un potenciador del sabor presente en todas las casas, no ha escapado de las garras del sibaritismo gourmet. Sales como la Maldon o la rosa del Himalaya se han hecho mundialmente famosas en los últimos años. Varios centenares de empresas de todo el planeta intentan seducirnos con un amplio abanico de orígenes, sabores, texturas y colores. Yo mismo soy una víctima de esta tendencia y puedo contar en mi despensa cerca de diez tipos de sal diferente.

Pero entre todas ellas reina una que es de nuestra tierra, la Flor de Sal de Cabo de Gata. Se produce en las salinas del Parque Natural de Cabo de Gata, que al tratarse de un área de protección especial y relevancia medio ambiental obliga a una explotación racional y sostenible de los humedales.

El proceso de cristalización de la flor de sal tiene lugar en la superficie del agua exclusivamente al amanecer algunos días de verano, cuando se produce un gran contraste térmico entre la noche y el día. Se recoge manualmente con ayuda de una pala solo los días que no sopla el viento, con la intención de evitar que la sal se vaya al fondo del agua. Para el secado tampoco interviene ningún proceso industrializado. La flor de sal de Cabo de Gata se seca durante un año al aire libre con ayuda del sol y el viento. El proceso de obtención además de artesanal, es discontinuo por las condiciones climáticas que exige. De sus salinas salen entre 3 y 4 toneladas anuales, producción muy limitada pese a la cifra.

La flor de sal destaca por su finura, la textura crujiente, el color blanco-cristalino y las formas irregulares derivadas de su cristalización natural. Por sus características, además de realzar estéticamente cualquier plato, está especialmente indicada para aderezar ensaladas, verduras, carnes y pescados. También puedes arriesgarte con frutas y postres y comprobar un resultado sorprendente.