YELMO CINE TU BUTACA TE ESPERA

De Costacabana a Rambla Morales en dos ruedas

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Almería capital es un ciudad de pueblos, como una república de pequeños estados confederados con su identidad propia y su paisaje propio. Costacabana y Retamar son dos ejemplos y un camino les une lleno de sorpresas. A coger la bici y a descubrir:

Playa y bosque
Por el paseo marítimo de Costacabana iniciamos la ruta y al final del mismo, y pasando por las duchas, tomamos un camino entre tarahis y eucaliptos que nos hará un contraste muy agradable. Siguiendo la senda más cercana a la costa pasaremos cerca de la jaima de Jairán y a nuestra izquierda, dejaremos una de las torres vígia del XVIII que resiste milagrosamente en el abandono.

Estampa pesquera
Seguiremos en un firme entre algún chinorro pero sin dificultad para los curtidos piratas y pasaremos entre las barcas de los pescadores; señal que nos acercamos a uno de los templos del pescado fresco de Almería: la Barraquilla de el Alquián. Lo que fue un modesto chiringuito es ahora un restaurante donde probar las delicias del mar que tienen a un palmo.

Dos barrios hermanos
A partir de aquí el camino vuelve a acompañarse de vegetación como si fueran islas y un camino señalizado nos indica un nuevo barrio: El Toyo. Creado para los juegos del 2005, donde seguiremos al lado de su moderna playa, nos llevará hasta el barrio siguiente, Retamar.

La ermita más marinera
El siguiente destino de la ruta es la ermita donde los almerienses van cada enero en romería a celebrar a su Virgen del Mar: Torregarcía, entre pequeñas dunas y con sensación de playa virgen seguiremos hasta el destino más sorprendente.

torregarcia

De repente, el agua
La Rambla Morales es el destino final de esta ruta y si no lo conocemos, nos sorprenderá el aguazal que nos regala la costa, con una población de aves acuáticas generosa. Habremos realizado en total, catorce kilómetros de viaje al lado del mar, y sin salir de la capital!

Rambla Morales

Barraquilla
Plaza Alquián, s/n
950 520 171

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Sobre el autor

Es el oteador de este galeón pirata. Catalejo en mano, nada más llegar a puerto, se adentra en terreno desconocido para descubrirnos enclaves espectaculares cuya existencia es ignorada, incluso, por los propios lugareños. Tiene el don de retratar en forma de dibujos aquello que ven sus ojos y que otros ni imaginan. Ahora bien, le pierden las fiestas populares y si coinciden con alguna de sus expediciones, su regreso puede durar días.