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Restaurante Aljaima, la cocina entre Marruecos y Al-Ándalus

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Con la idea de abrir una tienda de antigüedades y souvenirs de Marruecos comenzaron las obras de la casa antigua que hoy alberga el restaurante Aljaima. Pero, cuando Mustafa Jazouli renovaba el suelo se encontró enterrada una cuchara de plata y tomó el hallazgo como una señal que le hizo decidirse por el restaurante que abrió en 2007.

El local, uno de los más bellos y evocadores de Almería, se inspira en la arquitectura marroquí tradicional. Como en muchos riad marroquíes, la austeridad del exterior da paso a un interior lleno de detalles seductores: Abundancia de colores, patrones geométricos y relajante fuentes de agua, entre otros ornamentos. Toda la rehabilitación de esta casa casi centenaria la hizo el propio Mustafa con sus manos.

Una vez decidido a montar un restaurante se documentó a fondo sobre las raíces de la cocina marroquí y andalusí. Leyó la obra de algunos de los mejores arabistas para poder ofrecer en Aljaima la esencia de la gastronomía de Marruecos, la que se prepara en las casas.

La mayoría de los platos del Aljaima son recetas laboriosas, que necesitan muchas horas de preparación. Como a Mustafa le gusta servir comida del día elaboran más o menos comida en función de las previsiones de clientela que van a tener. Por eso conviene reservar en este restaurante de carta corta y cambiante.

Reservar con unos días de antelación se hace imprescindible si uno quiere probar alguna de sus especialidades como la bastela de perdiz, el tajin de calamares con pasas y cebolla o las albóndigas de sardinas. Si no reservas puede que no hayan preparado tu plato favorito, aunque los fines de semana siempre hay más variedad que los días laborales.

Otras cosas que hay que probar en Aljaima son las berenjenas al limón, los diferentes platos de couscous (los viernes siempre hay alguno especial), o los pinchos morunos. En ocasiones también hay platos de otros puntos del Mediterráneo, como humus o tabulé, entre otras recetas. Rematar el homenaje con un té moruno y algunos dulces marroquís caseros es casi obligatorio.

En cuanto a la bebida, Aljaima tiene una corta pero escogida carta de vinos de Marruecos, Francia, Almería y otros rincones de España. La cerveza de barril es Alhambra, y en ocasiones consigue la marroquí Casablanca. La vajilla del restaurante es también una preciosidad en armonía con el interiorismo del local y su comida, aunque algunos platos van acusando el paso del tiempo y los golpes.

Que hoy día un restaurante de cocina étnica sobreviva en la popular, bulliciosa y competitiva calle Jovellanos, que en pocos años se ha convertido en una de las zonas de referencia para tapear en Almería, es digno de elogio. Será por eso que el Aljaima en los últimos años sirve tapas en la terraza y en las mesas pequeñas a la entrada del restaurante. Van cambiando según el día, pero suelen tener cinco o seis opciones diferentes. Su madfuna (couscous dulce con pollo marinado) ha ganado el segundo premio del público a la tapa tradicional de la VIII Ruta de Tapas por Almería.

Es curioso que, a pesar de la cercanía de Marruecos con nuestra costa y la amplia presencia de ciudadanos del país magrebí en Almería, su cocina es todavía una de las grandes desconocidas pese a todas las mezcolanzas que comparte con el recetario andaluz de nuestro pasado más cercano. La cocina marroquí está llena de sorpresas con un muestrario aromático difícil de encontrar en los recetarios de otro país. Si no conoces los misterios y evocaciones de la cocina del norte de África, restaurante Aljaima puede ser un buen punto de partida.

Restaurante Aljaima
C/ Jovellanos, 12 Almería
Teléfono reservas: 609 776 427
cierra los lunes
 
 

 

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Sobre el autor

Es encargado de dirigir las cocinas de este galeón. De toda la tripulación, es el pirata con el sentido del gusto y del olfato más desarrollado. No hay barco pirata que surque los mares del norte y del sur que tenga mejores menús que los nuestros. Los regentes de las tabernas y mesones que frecuentamos, lo conocen tan bien como él a ellos, por eso, no pisamos un bar sin su consentimiento. Y después de tantas millas de navegación, sus descubrimientos gastronómicos aún siguen sorprendiendo nuestro paladar.