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La Tahá de Marchena: los pueblos dulces

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Una de las unidades administrativas de la Almería musulmana eran las tahás que reunían a una serie de poblaciones y que, tras la expulsión de los moriscos, se convirtieron en señoríos. La tahá de Marchena, en la Alpujarra,era una de ellas y nos pude servir de excusa para darnos un viaje por la zona mas dulce de la comarca visitando sus antiguas alquerías: Alhabia, Alhama de Almería, Alicún, Alsodux, Bentarique, Huécija, Íllar, Instinción, Rágol y Terque. Al abordaje, pues.

Alhabia
Acercarse a Alhabia y no conocer su alfarería es no haber estado. De tradición centenaria, irresistible no llevarnos alun plato o adorno de lugares como. Alhabia tiene sus casas burguesas de la uva, con toques arábigos y todo. Para comer, recomendable el Pérez (950 64 40 28), en la plaza de la Constitución. Tostadas de esas que hay que sujetar con las dos manos y menús difíciles de acabar dada la generosidad de sus raciones. Ah, imperdonable no probar su licor casero de naranja!

Alhama de Almería
La verdad que siempre hay una excusa para acercarse por Alhama y descubrir sus sorpresas. Desde la Puente, testigo monumental de la ruta minera que pasaba por la localidad hasta su relación con el agua tanto termal como natural. Todo eso y mas lo vemos en esta ruta.

Alicún
Alicún, esconde en su diminuto municipio el encanto de lo tranquilo, con su balsa que es comno su plaza mayor y su torre que parece un faro y sus chimeneas tan originales que veremos en esta interesante ruta weekera.

Alsodux
A la vera del río Nacimiento, es un remanso donde pasear al lado de su centenaria almazara, su molinos o por esa iglesia, que parece hecha de arcilla y que nos recuerda su origen como mezquita. Para tener una visión de oteador pirata nada mejor que ir a su Torre del Reloj, en lo que fue una antigua era, para agradarnos la vista.

Bentarique
El agua ha sido siempre compañera de este bonito pueblo, como el nacimiento de la Posnilla, una enorme balsa circular que refleja su paisaje como tallado con un cincel. En Bentarique debemos probar las delicias que hace la cooperativa la Abentilla, con sus mermeladas y licores, con la naranja como gran protagonista.

Huécija
Cuando la tahá dio paso al señorío de Cárdenas, Huécija se convirtió en su capital administrativa y fruto de ello le dejaron construcciones monumentales como el convento de los Agustinos y su iglesia parroquial. Para conocerlo mejor, esta ruta dará las claves.

Íllar
Es uno de estos pueblos de la Alpujarra más suave, donde la naranja le hace especial y aromática cada mes de mayo cuando el azahar inunda todos los rincones. Bajar a él desde la carretera nos llama la atención su iglesia de Santa María (s.XVII), con su torre defensiva, que guarda en el interior bonitos detalles mudéjares y su lavadero, en uso.

Instinción
Al visitar Instinción, es aconsejable acercarse a su lavadero, donde un mirador nos da una amplia visión del Valle del Andarax y admirar su iglesia de San Juan Bautista, con su torre almenada y defensiva. Además, se puede realizar la ruta de los antiguos mineros si seguimos es te weeky enlace.

Rágol
A la vera del Andarax, Rágol lo recibe entre naranjos y con sus casitas aglutinadas entorno a su iglesia de San Miguel, de estampa típica alpujarreña con su torre que a la vez que convocaba a los fieles para sus liturgias también los avisaba de alguna incursión morisca. Hoy es un remanso de paz, donde es una gozada andar en su paseo junto al Andarax, cruzando la carretera por un túnel y al lado del murmullo del río.

Terque
Al pie de del cerro de Marchena, donde estuvo el baluarte defensivo y la capitalidad de la tahá, hoy solo ruinas y que, si andamos su empinado camino, veremos unas impagables vistas de esta parte del valle del Medio Andarax y el río Nacimiento. A su lado, Terque, el pueblo de los museos, que podremos conocer si seguimos este enlace pirata.

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Sobre el autor

Es el oteador de este galeón pirata. Catalejo en mano, nada más llegar a puerto, se adentra en terreno desconocido para descubrirnos enclaves espectaculares cuya existencia es ignorada, incluso, por los propios lugareños. Tiene el don de retratar en forma de dibujos aquello que ven sus ojos y que otros ni imaginan. Ahora bien, le pierden las fiestas populares y si coinciden con alguna de sus expediciones, su regreso puede durar días.